Wednesday, August 26, 2009

"El Seminarista De Los Ojos Negros" de Miguél Ramos Carrión by "The Seminarian Of The Black Eyes"

El Seminarista De Los Ojos Negros

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de invierno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.

Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...

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The Seminarian of The Black Eyes by Miguél Ramos Carrión

From the window of an old shack
Open during summer, closed during winter
by greenish glasses and thick leads,
a Salmantina girl of blonde hair
and eyes that seem pieces of sky,
while mixing the sewing with the praying,
sees every afternoon passing in silence
the seminarians that go on a stroll.

Lowers the head, without straightening the body,
Marching in two rows slowly and austere,
She sees happily over the black suit
That the red cape encircles his neck,
And falls off the back and almost brushes the ground.

One seminarian, among all of them,
Marches always straight, with a resolved air,
The black cassock draws his body
Gallant and graceful, flexible and slender.
He, alone and in secret and with distrust
That their stares, the clergymen may observe,
From the street makes out in the distance
The Salamantina girl of blonde hair
He fixes his eyes, with an intense stare.
And every time he passes leaves the memory of
That look of his black eyes.
Monotonous and slow time goes by
And the weariness dies and the autumn later,
And then come the gray evenings of winter.

From the window of that old shack
Always alone and sad; praying and sewing
One salmantina girl of blonde hair
Sees every afternoon passing in silence
The seminarians that go on a stroll.

But she doesn’t see them all: She just sees one of them,
Her seminarian of the black eyes;
Every time he walks by gallant and slender,
Observes how the girl asks for that body
A military dressing.

When he fixes on her his wide eyes
With live and audacious stares of fire,
It seems like he says to her: - I love you!, I love you!
I will not be a priest, I cannot be one!
If I am not yours, I die, I die!
The girl then feels her chest get oppressed,
Stops sewing and forgets the prayers,
And now only lives in her thought
The seminarian of the black eyes.

On a rainy morning of winter
The girl that happily jumped off the bed
Heard sorrowful chanting and mournful prayers;
By the narrow street passes a funeral procession.

One seminarian no doubt was the dead;
Since, four of them were carrying the coffin over the shoulders,
With the red cape over the top covered,
And over the cape, the black hat.
With their husky voices the clergymen were singing
The seminarians were going in silence
Always in two rows towards the cemetery
Like every afternoon like going on a stroll.

The anguished girl watched the funeral process
She knows them all by seeing them every day…
Only one, only one was missing among them…
The seminarian of the black eyes.
Years went by, lots of time passed…
And over there in the window of the old shack,
One poor old lady of white hairs,
With the skin wrinkled and bent body,
While mixing the sewing with the prayers,
Sees every afternoon passing on silence
The seminarians that go on a stroll.

She stops sewing, stares at them, and when she sees them
Her blue eyes now sad and dead
Shed silent tears of ice.

Alone, old and sad, still keeps the memory
Of the seminarian of the black eyes…

Shinigami*
~Life Isn't Set In Stone, Things Change~

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